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Mostrando entradas de febrero, 2010

Todos los días pasan cosas buenas

Llega el martes y me regala una sonrisa -así, porque sí- en forma de aplauso unánime de cigüeñas cuando salgo apresurada a por los niños, o de libro, o de compañero amable que me sonríe sólo por pasar. O el miércoles. El miércoles me regaló una conversación entre dos amigas de toda la vida. Yo asistí como escuchante y la verdad es que no pude disfrutar más. Otro día sucedió un teatro. Un compartir momentos especiales. Más sonrisas. Más cosas buenas que pasan. Invitaciones inesperadas, sonrisas porque sale el sol, descubrimientos emocionantes... que sí que sí, que a los peores momentos llegan rayitos de sol. Los reyes magos me trajeron una botella con 9.750 gotas de lluvia. Buscaba una excusa apropiada para abrirla. Creo que la he encontrado.
a cántaros

A la directora

Es curioso que la vida siempre me sorpenda a golpe de Cassius. Me mearía de risa con lo que voy a contar, si no hubiera ocurrido en medio de un encontronazo dialéctico que me ha dejado las piernas así de temblonas. He tenido la desgracia de discutir con una señorita que tiene algo que ver con la educación de M. No sé exactamente qué, pero por ahí anda. En plena refriega y después de haberle dicho algo así como que se pusiera una flor en la cabeza y se fuera a hacer el payaso, que era lo suyo, va y me dice: vas a ir a la directora. Un KO en toda regla. A la directora. Nada menos. Mi cara ha debido transformarse en cuadro como poco. Y de ahí me ha salido una especie de risa socarrona como queriendo decir te estás quedando conmigo. Pero no. Parece ser que iba en serio, y ahora tengo una angustia interna que me va a durar el fin de semana fijo. Pensaba que lo del miedo a la directora era algo que desaparecía con la edad. Pues no. ¿Y si me niego? ¿Le enviarán una nota a mis padres?

Hecha de sueños

Conversaciones

Leí la semana pasada la entrada de un blog que llevaba por título conversaciones y pensamientos y desde entonces no dejo de dar vueltas al primero de los temas. Organizadísima de natural, me ha dado por enumerarme conversaciones pendientes, como quien canta los 50 estados porque sí. Y me salen unas cuantas. Tengo la que dejé a medias el otro día, y la que nunca empecé. Me queda una con y otra con, ésta última me apetece (no me gusta, quizá debería decirselo abiertamente). Algunas ya no serán y espero un par con ansiedad. Pensando en todo esto, y en lo que desearía que hubiera salido de mí en cada una de ellas, me he dado cuenta de que me falta un gen, justo el que permite la transmisión oral de los pensamientos con la claridad con que se presentan de frente para adentro. Menudo fastidio, con la de cosas que guardo. Cambiando inesperadamente de tema, Leonard Cohen es sensacional, como I'm your man entero, pero hay una versión de ain't no cure... que me entusiasma. La canta Aar

Ay

Vuelvo a muchas cosas con periodicidad de reloj de arena. Una de ellas es I'm your man , un fantástico -repito, fantástico- disco (no sé evitar el arcaicismo) de Leonard Cohen. Lo cuento porque llevo unos días -será febrero- enganchada de nuevo a ain't no cure for love . Será la mantequilla, será la mermelada...

De imagenes y palabras

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Asisto con estupor a una metamorfosis sin precedentes: evoluciono sin titubeos de figurita de Giacometti a gracia de Rubens. L a esbeltez que caracterizó mi alegre juventud se está transformando por arte de ¿magia? en un montón de redondeces tirando a crueles. Bueno, vale, siempre tuve culo, pero ¿esto? ¿ESTO? Me quiero engañar y me digo que es la mala leche, que no libero toxinas y claro, se me distribuyen por aquí y por allí en forma de grasas poli(yo todo poli)insaturadas, pero va a ser lo del ejercicio, seguro. Tengo el corazón cansado y así no se puede. Ya no voy a nadar, ya no bailo, ya no me muevo. Si hasta tengo un anticelulítico de precisión en el garaje y paso por su lado como por la carnicería... (en este caso me apunto una excusa: lo intenté una vez y se me liaron los brazos con las piernas. Me acordé de jane fonda y de su madre y decidí que otro día, si eso). Prometo que lo voy a intentar. Puedo retomar la piscina o intentarlo con el potro de tortura del garaje, pero qué

On Feb, the 14th

Qué bonito es el amor.

Como decíamos ayer

Anoche disfruté de una especie de jolgorio interno, I recognize. Que qué lástima tener 35 y no 17, que él fuera Barceló y no ¿enrique bunbury? y estar en un sitio de mayores y no –no sé- en la fnac o así. Pude contener el momento fan de lanzarme en plancha y llorarle un dibujín-de-nada-hombre dedicado, pero no me podéis pedir una noche estoica, de aquí no ha pasado nada. Aún así, el nuevo día ha calmado el ánimo y ahora ya puedo reflexionar sin pálpitos sobre el tema tan manoseado de la mujer florero qué-mona-pero-qué-mona-voy. Paso de puntillas y sin hacer ruido (quiero decir que lo dejo para otro día) por lo de las azafatas, que considero vestigio de otro mundo en el que los negocios eran cosa de maridos de mujeres tan fenomenales como enruladas o llenas de sopas y mocos. Pero lo otro no lo entiendo. Y que yo sepa no es envidia cochina. Lo otro. Las mujeres artificiales, llenas de bocas que no son suyas, de mejillas de saldo, delgadas y aaaaaaltas, pero de kilométricas agujas. El mis

¿Lo cuento o no lo cuento?

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Me ha cautivado. Si no lo cuento, reviento. Me ha cautivado. Llego de la inauguración de La solitude organisative , una exposición magnífica. La exposición. Vengo de escuchar a Miquel Barceló. Vengo de verle. Vengo de darle las gracias por su trabajo. ¡Si!, he encontrado un huequito para hablar con él (la ocasión justifica ese par de codazos, guapas). Lo sé. Lo sé. Soy afortunada. Me voy a acostar lo mismo en Mali, lo mismo en el mar. Quién sabe a dónde me llevarán esta noche los sueños, visto lo visto. Lo malo... tanto pinpin. Volveré en junio, justo al final. Cuando ya no haya nadie.

Me pido Balenciaga

Celebro el carnaval por decir algo. Me recuerdo en febrero disfrazada, mmmm.... en dos ocasiones y por supuesto, nada de chirigotas ni comparsas. Aún así, vaya, nunca había pensado twice en el tema hasta ahora, con esta moda cada vez más consuetudinaria de hacer pasar a los padres por urgentes sastrecillos valientes. Y es que ¡cielos!, tengo el salón lleno de patrones, telas de colorines cortadas o no, agujas por aquí, carretes por allá. Me he puesto un metro de bufanda y alfileres en la boca para componer la imagen, que no se diga. Este año parece que voy mejor. Aún recuerdo alguno anterior de coser hasta el amanecer. Bueno, quien dice coser dice grapar (sí, lo confieso, yo grapo). Entiendo la necesidad de que todos los niños vayan cortados con el mismo patrón, pero no puedo compartirla. ¿Notan los niños las diferencias o sólo se divierten? Yo no recuerdo vivir atormentada porque el disfraz de pgr fuera mejor que el mío, y lo era, válgame dios. Si viviera, no sé, en Delaware, organiza

De viernes

Una semana de las que no me da la vida. Por fin viernes. Por fin sola. Pienso apagar el teléfono y sumergirme a) en la bañera, b) en el libro de hace ¡HACE! quince días y c) en las tribulaciones de mi señorita P (la del título a secas). Seguramente, con algo más de calma cerebral también pueda dedicar un ratito a escribir aquí. Esta mañana he visto de pasada un artículo sobre una peli que -supongo- estrenan este fin de semana: La carretera , basada en un estupendo (y gris) libro de Cormac McCarthy. Lo leeré esta noche y ya con calma decidiré si el domingo hay plan.

In other words

De vez en cuando vuelvo a Frank -por ejemplo hoy, después de contar que murió el día de mi cumpleaños. Una conversación lleva a otra, pasa la tarde y termino la jornada tarareando (hago lo que puedo, lo sé) fly me to the moon mientras dejo que empiece la mejor parte del día. Del tarareo paso al cd. El salón a media luz, la voz, la lista de cosas pendientes, mis personajes a medias, la lectura de blogs amigos, la voz, los últimos libros, el fueguecito, un té, contesto algún correo (¡cuántos no!), la voz, una canción que me traslada al espacio exterior. O así.