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Mostrando entradas de 2011

con la música a otra parte

Me voy con la música de fondo de hombres g, que han salido de repente en el spoty y se han quedado. El caso es que me voy. Vuelvo a abandonar este espacio (es el segundo ataque a su existencia), no sé si para siempre o si la intención tiene retorno. No tengo tiempo. No tengo inspiración. No tengo ganas. No encuentro el sentido. A partir de ahora me dedicaré a otras escribiditas más particulares. No prometo firma de ejemplares porque me sé incapaz de acabar lo que empiezo, para qué voy a andarme con engaños siderales.

en el museo

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“Había un vez una chica que no se quería casar y decidió que sólo lo haría con el chico que la ganara en una carrera. La chica se llamaba Atalanta, y era muy muy rápida. Todos los chicos se querían casar con ella, pero ninguno era capaz de ganar la carrera, así que Atalanta vivía feliz. Había un chico que quería casarse mucho con ella, pero sabía que nunca la ganaría. Un día, su madre, que era la diosa del amor, le dijo Hijo, sé que amas a Atalanta. He estado pensando y creo que con estas manzanas de oro podrás ganarla. ¿Cómo?, contestó el chico, que no me acuerdo como se llamaba, pero empieza por H.

gato

Mi calle es el país de los gatos callejeros y yo, que soy tan chuli, he metido en casa a miau, un gatito monísimo y burgués, que dé un toque de distinción al barrio. Vale. Lo de la clase media se me ha ocurrido esta noche de no dormir -ahora lo cuento- que la verdad de la buena es que miau llegó porque yo siempre quise tener un gato y en esta nueva vida que luzco con tan poca gracia -por fin- cabía. Miau es pequeño y de momento nos estamos amoldando todos a la nueva situación. Es guapo. Es cariñoso, suave, un auténtico trasto, un maullador muy pesado que me persigue constantemente. Cuando le cojo le gusta y entre nosotros, creo que me quiere. Gato es una gran compañía en los enoooormes momentos de estar sola, una bolita que ahí está ...mirándome cuando abro la puerta.

oasis, soledad, lluvias, pasta y vaya con dios

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Desde la última vez que escribí se me han ocurrido muchos posts -o sea, muchas entradas. Me resulta divertido vivir en blog. Se me ocurre una frase, se me ocurre una idea, se me olvida, me lo apunto, la intento memorizar, no funciona, se me queda en la punta de la lengua, no tengo tiempo, tengo tiempo pero lo dedico a mirar por la ventana, esas cosas. Por ejemplo, últimamente he pensado metaforear sobre los oasis, convirtiendo en pequeñas zonas verdes esos espacios y momentos que nos separan de golpe de nuestras angustias diarias. Mi sillón a veces es oasis, como un paseo corto por la orilla del mar. Sentarme y mirar el horizonte es otro oasis o en mi caso, conducir.

lady day

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Hace ya varias vidas me senté en un café que no sé si aún existirá, muy cerca de la plaza de malasaña. Era mediodía, debía estar empezando la primavera y de las paredes de madera oscura salía una voz deliciosa, perfecta para aquélmomento. En un arrebato me acerqué al camarero para preguntarle qué música era aquélla. - Billie Holiday. Espantoso error el mío, pensé que el camarero estaba bebido. ¿Estás seguro? ¿No es Billie (johnny) Holiday (Hallyday) un poco más rockabilly que esto? - Billie Holiday – insistió muy serio, mientras me acercaba un cd bastante manoseado. - Ah, ya... , vaya Desde ese momento hasta hoy, puedo decir que bh se ha convertido en una de las referencias musicales de mi vida. Todo esto viene a cuento de hoy. Hoy mi casa se ha llenado de repente de su voz. He empezado con su canción más dura. Strange fruit.Un tema compuesto a finales de la década de los 30 que habla de esas frutas extrañas que cuelgan de los árboles sureños: los cuerpos de los negros linchados. La ca

me voy a la cama

El fin de semana empezó bien, encontrando un libro que me apetece en una librería del centro. El fin de semana ha acabado en un centro de otro tipo, que es algo que me espanta pero miraves , hoy no ha estado tan mal (ayuda haber ido a la hora de la comida). El libro lo tengo aquí al lado, a mi izquierda, esperando paciente a que termine de contar un par de cosas para acompañarme a la cama. Y las dos cosas que tengo que contar han pasado el fin de semana. La primera es del viernes. Con el libro aún en el bolso tuve la oportunidad de escuchar a Pedro Duque hablar sobre los viajes espaciales. Además de ser brillante, tiene un estupendo sentido del humor, lo que hace que escucharle sea una auténtica delicia. Pues veréis, una vez terminada su interesantísima intervención salió pitando (volando resulta escaso) hacia el coche, flanqueado por mmm.... debíamos ser cinco personas. De las cinco a cuatro nos hubiera encantado continuar la conversación de antes -no siempre tiene uno la oportunidad

el tonto

He llegado a casa hace un rato con ganas de contar un par de cosas sobre el musical que se estrena en breve con las canciones de Sabina como excusa(he estado en una “función previa”). A ver, la escenografía es buena, los actores no lo hacen mal (aunque hay uno que pone unas caras muy raras y da un pelín de miedo... enseguida percibes que hace de muerto, y los muertos ya sabemos las caras raras que ponen). Total, que formalmente todo es súper chulo, ahora bien, como obra es un bodrio. Primero porque rescata el millón de tópicos que nos sabemos de Sabina sin ser una obra que trate sobre él... El hilo argumental que se han inventado para encajar las canciones está lleno de putas, chulos, canallas, timos, boxeadores, el atleti, suburbios, bares. Todo muy sabiniano, hasta el bombín. Segundo porque el argumento es una patata: unos chicos que le hacen el tocomocho a un mafioso. Así. Ya. Sin anestesia. Lo que se dice el tocomocho, el de tony leblanc de toda la vida. Tercero por el tonto. En la

el concierto veintiuno

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Hay cosas que entran en una vida y se quedan para siempre. Estoy pensando en la mía -of course- y en el concierto para piano nº21 de Mozart. La música es una de esas cosas que llega para quedarse. Cuántas canciones llevo en la cabeza. Y hoy, esta noche, cuando me he acordado de él -no sé cuántos años después- he sentido un agradable sentimiento de anticipación y con los primeros compases... algo tan sencillo como cerrar los ojos y dejarlo volver. Si hubiera ido en un coche hubiera sacado la mano por la ventana para hacer olas de viento. Lo tengo entero en la cabeza. No importa las vidas que me han pasado por encima. Sigue aquí dentro. Y siguen (i) los movimientos -os dejo al final parte del allegro con la recomendación de que lo escuchéis entero... el allegro y el concierto- y (ii) las sensaciones que evocan, que siguen siendo las mismas. De qué pequeñas maravillas está hecha la vida. El concierto 21, una puerta que se abre, un escalón, una sonrisa, M que me dice entre sueños “y yo a t

las convenciones sociales

Deben ser necesarias en un punto que yo no alcanzo a entender. Necesarias para nuestra convivencia, quiero decir, porque para nosotros -como individuos- no pueden ser más nefastas. Nos hacen vivir mintiendo, escondiéndonos, haciendo trucos de magia para pasar desapercibidos. Demonios, yo no quiero disimular. Si estoy mal... debería poder estar mal y si no puedo ser más feliz también debería tener la libertad de expresarlo. Pues no. Si estoy mal tengo que poner buena cara y ya llegaré a casa (también está la opción urgente de encerrarme en cualquier baño) y si estoy bien tengo que poner mala cara y cuando llegue a casa ya veré si no se me han pasado las ganas de dar saltitos de alegría. ¿En qué momento decidimos que era mejor vivir como ovejas? Renunciamos a nuestros instintos por algo tan poco relevante (al menos en mi caso, que puede que ahí esté la respuesta) como lo que pensará el de al lado -al que, entre nosotros, ni conocemos y al que, entre nosotros, es probable que un día dejem

mi espacio exterior

Hoy a las 12:00h necesité respirar y cogí el coche para llegar, en dos minutos, al planeta de la tranquilidad. En el planeta de la tranquilidad el sol calienta y el viento no deja que nos queme. En el planeta de la tranquilidad puedo quitarme los zapatos. En el planeta de la tranquilidad invariablemente acabo sonriendo. Y allí sentada, rodeada de los sonidos del planeta t, he vuelto a reordenar las prioridades, a organizar los frentes abiertos, a tomar decisiones. Esto es lo que quiero y lo quiero así. Mmmm.... esto no, de ninguna forma. Me encontraba tan bien con los ojos cerrados y el sol calentando mis mejillas que por un segundo casi me quedo allí a vivir. Por un segundo, porque al cabo de un tiempo, con los pulmones llenos de ese aire que me había faltado antes y la cabeza llena de responsabilidades, he emprendido el camino de regreso. El paseo hacia el coche ha sido estimulante. Caminaba con bastante firmeza. Me sentía bien.Veinte minutos en el espacio exterior centran. Lo juro.

ganarse el cielo

Esta mañana, mientras admiraba el reportaje de cuatro páginas que el país dedica a mr, he decidido invertir esa parte rara del domingo en la que no sabemos qué hacer en preguntarme en voz alta por qué se escriben tantas gilipolleces. La conclusión inicial -advierto que no le he dado más vueltas- es del tipo si-escribo-estas-cosas-tan-ideales-a-estas-alturas-me-tiene-que-ir-muy-bien-en-la-vida,-soy-tan-chuli . O sea, que entiendo que el que nos hace creer que mr es un super héroe (“de joven, se precipitó de noche por un barranco al volante de su coche y, cegado por la sangre coagulada que cubría sus ojos, logró liberarse de la mortaja metálica y gatear a tientas y a ciegas hasta llegar a la carretera”) ha pretendido ganarse el cielo laboral de los próximos años con el clásico método de la pelota. abroparéntesis Por supuesto en un segundo sigo con las escribiditas de este señor, que me han encantado, peeeero es que hace un rato, leyendo el libro de Ayaan Hirsi Ali, se me han saltado la

libros libros libros

Vamos a poner que fue mayo el mes en el que dejé de leer. La vida tiene estas cosas y de mayo a aquí creo que no he acabado ni un libro, pero me he comprado... diría que varios, pero es que muchos. Y ahora que retomo con cuidado y muchas ganas el pequeño placer de abrir un libro y dejarme llevar... no sé por dónde empezar. De momento ando con cuatro. Dos previos a la vida de hoy y dos nuevecitos. Los previos son El gran árbol , un cuento de Susanna Tamaro y La voz del violín , de Camilleri. Debería haberme quedado con estos y acabarlos, pero cuando un libro se alarga tanto en el tiempo (en ambos casos por causas ajenas al libro, pero da igual) me apetecen cosas nuevas, y es así como he llegado a Mi vida, mi libertad , de Ayaan Hirsi Ali y a otro de Camilleri (gracias, gracias), El traje gris , que me recuerda a Sabina pero no. El gran árbol es un librito que me regaló C y que leeré con ella dentro de muy poco. Cuenta la historia de un abeto, de lo que ve desde su altura... las transfo

hablar

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Para no ser de mucho hablar, en los últimos tiempos vivo en un sinparar. Hablo de mi vida, hablo de mis penas, cuento lo que no leo, hablo a multitudes, hablo bajito, hablo sin querer y hablo sola, como mi abuela. Hablo por hablar -reconozco que esto es muy ocasional- y hablo porque me sienta bien. Me siento bien. He descubierto que hablar, que contar, que airear las cosas de por ahí dentro es reconfortante. He descubierto que además hasta hay quien me escucha con interés. Pero ahora estoy empezando a tener frío, así que abandono mis blablablas para ponerme mi nueva y calentita sudadera, muy de mi color y -entre nosotros- adquirida por usucapión.

listas

Supongo que porque mi vida necesita orden me ha entrado una necesidad frenética de listar. Listas de la compra, listas de cosas que hacer, listas de cosas que no hacer, listas de nuevas normas, listas de libros, listas de canciones, listas de palabras bonitas, listas de colores, listas de comidas, listas laborales, listas de sí, listas de ni de coña, listas abiertas, listas cerradas, listas de frases de ayer, listas de flores que quiero, listas de muebles, listas de destinatarios, listas de cumpleaños, listas de planes infantiles, listas de planes de lucía, listas de medicinas, listas cosas que debería limpiar, listas de abrazos que quiero dar, listas de listas. Es evidente que esto de las listas se me ha ido de las manos. Aún así, las reivindico y las reivindico en su doble vertiente: útil, por un lado y literaria por otro. Porque las listas -con amor- son de lo más literario que he hecho últimamente (literario, entre nosotros, para que nos entendamos). Resulta que empecé con una list

cambiar

A pesar de cosas tan divertidas de escribir como un accidentado descenso del Sella con los pins, la vida -con sus cosas- ha dado tanto la vuelta en tan poco tiempo que el plan vacaciones en el mar ha quedado en el puesto 23 de mis prioridades. La vida esa de la que hablo me tiene hoy en una casa nueva. Haciendo por fin lo mismo (escribir y comer conguitos), aunque con una sensación extraña, será el medio eco éste de la falta de muebles. Dice A que todo cambio es para mejor. De eso estoy segura. De momento me ha gustado sentirme tan arropada. Resulta que no estoy sola. Toma ya. También he tenido mudanza de despacho. Del mío pequeñito tan mono y tan feliz a otro mucho más apropiado -dicen, ay- a mi nuevo y relevante status de concejaladelegada. ¿Cómo explicar que el trabajo no depende del espacio, sino del compromiso? Imposible, sweeties. Así que cambio doble de ubicación. Afortunadamente todo está volviendo a su sitio y yo vuelvo a leer por las noches. La que acaba de terminar he alter

ver, saber, sentir

Este post lo pensé al hilo de un regalo y una frase. El regalo es el catálogo de la exposición de Antonio López y la frase se resume en léelo y así si vamos me lo puedes contar. Hay cosas que no puedo contar o que no cuento, salvo que me de un ataque de marilistilla, que a veces pasa. No puedo poner palabras a muchas cosas, a muchas más de las que me gustaría. No puedo poner palabras a la belleza. No puedo poner palabras a las cosas que me emocionan. No puedo contar las cosas que siento cuando algo me hace respirar más rápido o me corta la respiración. Saber importa. Saber me gusta y a veces compartir lo que se sabe resulta entrañable, pero me tiene que salir de repente. Tengo ganas de ir a la exposición, de pasearla, de ver y de sentir. Ya veremos si me sale contar o me ocurre eso de no poder.

vacaciones en el mar (II)

Ayer fue divertido y cansado, así que hoy nos voy a regalar un estupendo día de no hacer nada. Dentro de un rato, con calma, bajaremos a la playa. Yo me sentaré en la arena y alternaré mi mirada del libro al mar y del cielo a los pins, que seguro que se lo pasan fenomenal haciendo ¡betadine! (se me ha ocurrido hablarles del mar y el yodo...). Después comer y más después pasear. He descubierto una frondosa senda fluvial muy cerquita de aquí y me apetece dar un paseíto tranquilo. Mola mil no tener nada que hacer. Cuando volvamos más vueltas por el pueblecito, más mar, más sin prisas y un poco -un poquito- de planear los picos de europa de mañana. Estoy leyendo, estoy pensando (aunque no es algo que me venga especialmente bien, la verdad), me estoy bañando en el mar, estoy bailando, a veces me enfado -cosas de la maternidad- estoy escribiendo cosas chulas en la arena, no estoy durmiendo especialmente bien, pero no todo iba a ser ideal... Lo bueno es que compenso la falta de sueño en

vacaciones en el mar (I) - descansar

Descansar y eso tan sobado de cambiar de aires son los objetivos principales de esta huída al norte. También la lluvia, el cielo de nubes, el monte verde, el olor y el mar. Ahora, mientras escribo, llueve gris y los pins duermen. La lluvia y su respiración. Dos sonidos perfectos. Descansar -decía- y cambiar de aires. El segundo objetivo se cumple irremediablemente. Ya lo he contado. Este norte al que me he ido no tiene nada -pero nada- que ver con el centro que dejé. Las cinco horas en coche que los separan son una buena forma de vivir el cambio. Viajar del amarillo al verde, del calor sofocante a quitar el aire acondicionado, de sólo querer cantar a gritos a callar sobrecogida por la inmensidad de las montañas. Y llegar y bañarme en el mar. Y flotar mirando al cielo y olvidar todo menos a los pins, que llegan corriendo y salpican y mamáaaaaaaaaaaa M me ha tirado arena a los ojos buaaaaaa es que C es una mandona y sólo quiere mandaaaaaaaarmeeeeeeeeee. El objetivo uno -ya

un poco de yo

Hoy he pasado un día terrible y no se me ocurre mejor ejercicio para dejarlo atrás que escribir. Escribir tiene un algo terapéutico que ayuda a soportar la vida cuando la vida resulta insoportable. Por supuesto no voy a entrar en las causas del dolor, porque el dolor es privado, pero sí me apetece compartir este sentimiento tan triste. Nunca lo hago. Nunca comparto penas. Puedo estar muriéndome de dolor y contar -incluso con gracia- algo tan aséptico como que estoy en la cocina haciendo de las mías. Esto tiene un lado malo, que es sentirse solo, porque si a la pena le unimos el sentimiento de soledad absoluta... entonces la pena se multiplica por tres. Lado bueno seguro que tiene. Todo lo que ocurre en la vida tiene algo de bueno, aunque sólo sea que ayude a crecer. Así que aquí me tenéis, en plenos efectos colaterales de una encrucijada o de andar haciendo equilibrios sobre una cuerda o de no saber qué va a pasar mañana o de eso tan terrible que es querer y no poder. Casi

hoy

no.

el fúbol es así

En un alarde de antiglamour a tope, el otro día fui al fútbol. El ratoncito pérez, que es súuuuuper súuuuuper sagaz, le trajo a M una entrada para ver al equipo de sus por ahora sueños. El chiquitín aún está verde para ir solo a según qué sitios, así que nos organizamos para escoltarle en esa velada tan especial. Escurrí con gracia el bulto de liarme bufandas al cuello y aún así, creo que me mostré lo suficientemente entusiasmada como para que M disfrutara de la cosa. Ni un segundo de mal humor, ni una mala palabra, todo felicidad y emoción y –por supuesto, jejeje- disección antropológica mental del fenómeno masivo por excelencia. Es extraordinario esto de los blogs. Ahí sentada, tan rodeada de hinchas y bocadillos de jamón, sólo pensaba eso de “esto es un auténtico filón”. El señor de delante, que debía ser por lo menos seleccionador nacional, no se creía lo que veía. Nos impartió (indirectamente, porque hablaba sin dirigirse a nadie en particular) unas clases interesantísimas de técn

dejar morir la pena

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odiosas comparaciones

Que llevo tiempo sin centrarme, lo reconozco. Que estos dos últimos días han dado mucho de sí, también. Que no debería leer catorce libros a la vez, lo sé. Que la satisfacción de acabar uno preciosísimo no desaparece aunque se empiece otro desastroso, es un hecho. He cerrado pensativa El refugio de la memoria , de Tony Judt, para abrir uno que nunca debí comprar. Uno nunca se tiene que comprar un libro con un título tan chorra como Bruno, jefe de policía , porque lo mejor que le puede pasar es leer el primer capítulo y querer tirarlo por la borda, sólo que aquí no huelo el mar. A ver, me apetecía una novelita fácil de esas de no pensar con los pies en alto y el sol desparramándose a diestro y siniestro. Bruno me pareció tan maja como otra cualquiera, con las uvitas provenzales en la portada y eso, pero es que no. Aún así, pienso leerlo. Puede que incluso lo acabe hoy (qué chulería). Es cutre pero no engaña, así que no lo azotaré con el látigo de mi indiferencia. A éste le voy a dar su

sensaciones y realidades

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Esta mañana lo que ha conseguido sacarme de la cama y de mis sueños ha sido ese delicioso olor a desayuno que llena las casas compartidas en los días festivos. Me he despertado pronto y me he quedado… pues eso, soñando y leyendo y volviéndo a adormecerme y ahí seguiría si no hubiera sido por ese olor marrón de café, de pan tostado, de rutina de domingo un lunes. Es curioso el efecto de los sentidos porque ni me gusta el café ni tomo pan tostado ni suelo desayunar más allá de un té que olvido frío entre mis pensamientos y las primeras frases del día. Así que mi nariz me ha conducido a la cocina y mis pensamientos se han quedado anclados a una idea y se han quedado tan anclados que son casi las cinco de la tarde y aún sigo dando vueltas al mundo de las sensaciones y las realidades. La diferencia fundamental entre las sensaciones y las realidades son los ojos. Las sensaciones son ojos cerrados. Cuando los abrimos la realidad nos golpea. En la realidad, los ojos están abiertos. En la cama,

1, 2 y 3 yo me calmaré

La inspiración... ese elemento tan curioso en la vida de quien escribe. Va y viene en función de todo. En este caso se ha ido, para lágrimas de todos aquellos que os habéis quedado sin leer una de las experiencias más hilarantes de mis últimas vidas. En resumen y sin gracia -por esa musa que nadaporaquínadaporallá- hoy hemos entrado en casa por la ventana. Los pins y la madre -no sé si pobres- que tienen. Un espectáculo digno del mismísimo azcona. Me entristece haber dejado escapar el momento de contarlo, pero las obligaciones maternales pueden con todo y -entre nosotros- después de preparar la comidita, discutir hasta la extenuación, abandonar a los pins, llenarme el vestido de yogur, recoger la comidita, limpiar la cocinita y discutir hasta la extenuación (esto lo había escrito antes, lo sé, pero es que he repetido)... después de todo eso, cuando por fin me siento, lo de la ventana -además de que parece que ha pasado hace un mes- ya no tiene ni puta gracia. Ahora me he transformado e

libros estafa

Hay libros buenos y malos, libros que me gustan o libros que me gustan menos. Hay libros que me entusiasman y de los que disfruto página a página. Hay libros que no quiero que acaben. Hay libros que me dejan meses dando vueltas a una idea. Hay libros que no entiendo. Hay libros que no me emocionan. Hay libros y libros y luego están los libros estafa. Los libros estafa son los menos, es verdad, pero cuando me encuentro con uno de ellos me sienta remal, con ganas de escribir a la editorial un por diossss por diossss ¿en qué estaban ustedes pensando ayer? Los libros estafa son los que engañan. Según leo voy pensando mmmm... esto no es y releo el principio y sigo y mmmmm.... vamos a ver unas páginas más allá y retomo donde lo dejé y mmm.... definitivamente no va. Esta señorita me está engañando. El engaño de los libros estafa es sutil, claro. Si partimos de la relación libro-ficción, decir que un libro engaña a priori tiene el reparo mental del si es un cuento, qué esperabas monina , pero

flan sin nata

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Me recuerdo hace dos vidas dedicando una calurosa tarde de verano a frank sinatra, en un arrebato de cantar y bailar todas sus canciones. Me recuerdo en esa especie de escenario que improvisé en mi casita de madrid, con un vestido muy corto, con unos doce kilos menos (arrghhhh) y con una agradable espectación entre los asistentes, no en vano soy tímida y el espectáculo no parecía que fuera a salir nada bien. Ayer, viendo los puentes de madison, oí una frase que interpreto así como... yo nunca he sido así, pero tampoco nunca me he sentido más yo que ahora. En eso ando estos días, y en eso también estuve aquélla tarde de frankie. Desde entonces a veces vuelvo a él, y aunque no nunca repetí los bailecitos, es escuchar cualquiera de sus canciones y sentir de nuevo aquella sensación de no ser yo, pero ser más yo que nunca. Seguramente estos días retorno a él por lo que se parecen a aquélla tarde de hace mil años en la que -como dijo el poeta- me liberé y fui. Y como esta noche ya toca FS, o

esta mañana

Una de las cosas que más me gusta hacer es despertarme y quedarme en la cama dando vueltas dos horas o así. Los pajaritos cantan, las nubes se levantan y lu piensa y lee y se medio duerme y ¡ostras! planea el súper desayuno. Mi SD lleva incorporado té -of course- pan, mantequilla, huevo y pepino. Y no me imagino nada más emocionante que estar dando vueltas en la cama y darme cuenta de que ¡ostras! tengo todo para el SD y no hay pins -inciso: los pins son anti SD por dos motivos (i) es fundamental que el SD se tome en soledad, disfrutando de cada sabor... pensando, leyendo o mirando por la ventana. Sin soledad y silencio el SD no vale un pimiento y (ii) no es lo mismo hacer 1 que hacer 3, recoger 3 que hacer como que recoges 1, y yo-no-quiero-pepino-mamita-se-me-ha-caído-el-huevo-bébete-la-leche-de-una-maldita-vez-yo-quería-zumo-aaaarrrggghhhhhh. Definitivamente no es lo mismo. Anoche llegué a casa, me duché y así, con toalla y todo, me quedé dormida hasta el madrugón no previsto de hoy

los abrazos de lucía

Un día bajé a la tierra o bajé la guardia, aún estoy decidiendo qué pasó, y me convertí en eso que llaman persona normal , con sentimientos y así, y empecé a querer abrazar a todas las otras personas a las que sentía sufrir. Cuento esto porque me asombro de mí. Yo, que tradicionalmente he sido distante en mis relaciones con el mundo, de repente me encuentro queriendo hacer llegar mi apoyo, mi amistad o mi amor en forma de abrazo. De repente me importan los problemas de las personas que me rodean. Vamos a ver, antes me importaban también y también trataba de ayudar a solucionarlos, pero sin el sentimiento de hoy, sin la implicación emocional de las últimas veces. Yo siempre he sido muy objetiva. ¿Tienes un problema? Vamos a solucionarlo, pero desde la razón. Vamos a pensar, vamos a decidir. Y ahora de repente siento que un abrazo puede más que toda esa ayuda pensante. Un abrazo hace llorar, un abrazo reconforta, un abrazo hace desaparecer la soledad, también hace sonreír. Y esto de ahor

cosas sencillas

un columpio mmmm.... cómo me apetece sentarme ahí. Qué bien huele y qué verde es todo. Me encantan las vallas de madera. Me estoy mojando los pies andando por aquí. Me gusta. Se está tan bien. Y este silencio es soberbio. Qué bonito. Es de madera, también. ¿Y estas cuerdas? Deben medir varios metros. Parece consistente. Vamos a ver. Impulso y... aaaahhhhh ¡estoy volando! Me tumbo y todo el pelo vuela conmigo. Arriba los trozos de cielo que me dejan ver los árboles. Adelante y hacia atrás y otra vez hacia delante y el silencio tan especial del río. Me impulso y me tumbo y veo mis pies ahí arriba. Me enderezo y estoy en el viento y el agua me salpica. Extiendo los brazos y me tengo que reír. No quiero parar. No quiero que esta felicidad termine. regar Era tan temprano que no tenía otra cosa que hacer que regar mi jardín. Regar es algo de lo que disfruto. Me gusta hacerlo por orden, primero lo de comer, que crezca ya y bueno, y a partir de ahí por tramos y zonas. Me gusta regar las horten

bichos raros

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En la parte primera del día, cuando todo iba muy bien, he empezado un libro de textos escritos por Erik Satie, el compositor francés al que alguna vez he mencionado por aquí. Como compositor, tengo que reconocer que me fascina. Su música es bella en la simpleza. Evoca, calma y remueve, al menos a mí. Es una música que escucho muy muy a menudo. Ahora mismo, sin ir más lejos, he abierto el frasco de las gymnopèdies. El caso es que esta mañana, después de leer casi la mitad del libro, me he sentido muy bien. Satie, como creador, era extraordinario, estaba completamente fuera de la norma. Pensando en sus extravagantes escritos y en su forma también extravagante de sentir, me he descubierto una sonrisa cómplice. Soy un bicho raro. Sí, sí... pero no estoy sola! Y no es que me compare con ES, que no, pero al leerle hoy y pensar pero a este hombre... ¿nadie le dijo nada? - entre nosotros- me he sentido muy bien. Pero eso era antes de que el día dejara de brillar. Después... enfado, disgusto y

los hombres grises

Los hombres grises son invisibles. Los hombres grises no dejan rastro. Los hombres grises pueden gritar y llamar mi atención, pero desaparecen de inmediato de mis areas de interés. Los hombres grises no existen. Mi cerebro no es capaz de asimilarlos. Y hoy, tan asombrada por haberme dado cuenta, quiero dedicar una entrada a todos ellos, a todos los hombres gris marengo que habitan en silencio este mundo de colores. No es malo ser gris, porque nunca se es gris para todos. Los hombres grises seguro que brillan en ámbitos que yo ni siquiera sospecho. Los hombres grises también enamoran. Los hombres grises seguro que son luz para sus madres. Los hombres grises son grises para mí, para mis ansias de color, para mi forma de entender la vida. Seguramente por eso pasan por mi lado y no les veo. No les reconozco. Los hombres grises no me interesan. No es desprecio, es que no puedo verlos. A mis ojos sólo les emociona el color y lo que no emociona pasa directamente a ese lado oscuro del cerebro

que no te falte esa canción

Quería escribir sobre las música y mi vida. Ya sabéis, cómo cada momento tiene su canción. Incluso podía haber dejado aquí colgadas algunas de las que me han dado la vuelta alguna vez. Quería escribir sobre todo esto, y hoy me pongo y no me quiere salir. Las tengo en la cabeza, todas, incluso el silencio imprescindible de escribir, que en cierto sentido también es música. Pero de repente he vuelto al cuaderno, he olvidado la música y me ha entrado una fiebre frenética de escribir por escribir, de escribir historias, de escribir listas, de escribir meacuerdos, de escribir to dos , de escribir jurídico, de escribir poético, de escribirescribirescribir sin sentido y sin más afán que llenar de hormigas el blanco. Esta especie de furia incontrolada puede deberse al mal humor. Estoy enfadada. Estoy enfadadísima. Estoy espantada. Estoy a punto de ponerme a gritar. Es el momento de enchufarme una canción de mucho llorar y cantarla a pleno pulmón hasta volver a ser suave! Imposible escapar de l

el último libro

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Estoy acabando un libro que se titula La niña del faro . Antes de seguir, me apetece contar un semisecreto. Es semi porque hasta esto muy poca gente conocía mi obsesión por... los faros. Me apasionan los faros. Me los pido todos. Es saber que hay un faro cerca y no poder pensar en otra cosa. Mi viaje espectacular es una ruta de los faros. ¿Para qué me voy a ir al congo si puedo dar la vuelta a la península ibérica de cabo en cabo? Y eso sin pensar en las posibilidades que se abren fuera de aquí, claro. Soy una friki de los cabos (sobre todo los acantilados) y de los faros que los suelen acompañar. Me impresiona ver el mar desde lo alto de un cabo, tan lleno siempre de viento y ya. Es toda una experiencia sentarse y mirar. También es cierto que hay faros y faros. Los hay perfectos, son los solitarios, enormes y majestuosos, rodeados de gaviotas y nubes, pero también hay faros engullidos en un paseo marítimo que han perdido -pobres- todo su romanticismo. Así ahora mismo, además de alguno

días como estos

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No sé cómo me siento en días como estos, tan llenos de incertidumbre y tan tan confusos. Intuyo que necesito una gran dosis de soledad, de llegar a casa y tirarme en la cama y que pase la tarde mientras miro al techo sin descanso, buscando en su blanco el motor para ponerme en marcha. También intuyo que este calor que todo lo aplana ralentiza los momentos, sobre todo los malos, que alaaaargo por ahí dentro hasta que me quedo dormida. En días como estos, con lo de la soledad y el calor, -pobres- me sobran los pins. Todos los pins del mundo, con sus maravillosas cosas mágicas, se convierten en una fuente de contradicción estos días sin paciencia y sin ganas, días de esperar a que lleguen otros días, mucho mejores... que llegarán. Y sabiendo que llegarán, preferiría esperarlos tumbada, mirando al techo, sin obligaciones, sin actividad, acompañada de esa música que llega suave a través de las paredes y saca lágrimas y recuerda sonrisas. Preferiría esperarlos así, pero como no es del todo p

en mi línea

La vida me enfrenta a situaciones muy incómodas, que digo yo que son incómodas porque soy asocial. Estoy segura de que mucha gente disfruta de... ir a depilarse, por ejemplo, pero yo no. El primer asalto lo pierdo casi siempre, cuando compruebo con disgusto que la mujer con la que intimé la última vez ya no está, carajo. - Pasa y desnudate, dice la nueva tan mona, tan vestida de blanco, tan profesional. ¿Soy rarita o el resto del mundo también se siente enfermo con esta frase? Porque el rato ése en el que me quito la ropa y me siento y me siento enorme y miro al techo y miro al suelo y me veo los pies colgando de la camilla y decido tumbarme y qué hago tumbada ¿se habrá olvidado la de blanco de mí?... Ese rato es delirante. Cuántas veces he pensado ponerme todo otra vez y escabullirme con alguna excusa cutre. Pero como soy una cobarde estupenda me quedo, con la angustia añadida de tener que entablar conversación con una desconocida que tiene en sus manos el poder del dolor. Yo sería fe

momentos especiales

Hoy me he despertado a las siete de la mañana y me he quedado en la cama pensando y pensando y a veces sonriendo y dando vueltas calurosísimas hasta que -vaya- me he vuelto a quedar dormida. Casi eran las doce cuando me he despertado por segunda vez. Y ahí estaba, pensando en mis sueños, cuando M ha hecho lo propio. Hemos bajado a desayu y mi chiquitín no paraba de contarme cosas con bigotes de leche y migas de galleta. Y de repente ahí me tenéis, delante de él, con unas ganas terribles de espachurrarle en un abrazo de madre oso. Momentos como esos me hacen feliz. Hace un rato, después de comer, me he encerrado en la cocina para relimpiarla. Eso -entre nosotros- era mi coartada para otro momento único, el de engancharme a la música y bailar y cantar y dar vueltas con el micrófono de cuchara de palo mientras los restos de la vida anterior a la comida iban volviendo a su sitio poco a poco. Ahora estoy sentada en la mesa. M está en el suelo descubriendo todos mis tintines y asterixes. Tar

los grupos

Los grupos apestan. Os lo podéis tomar bien o pensar que la afirmación es fruto de mi incapacidad manifiesta de pertenecer a uno. Las dos cosas valen. Sé que contar esto me coloca en el pedestal de la rareza sin límites, pero me da igual. Es algo que llevo conmigo desde hace mucho mucho tiempo. Desde pequeña me espantaban las pandillas. Yo he tenido grandes amigos individuales, los sigo teniendo, y seguramente me haya dejado grandes momentos en el camino por sentirme tan incómoda siendo adorable con gente que a mí plin. Aún recuerdo con espanto aquellas salidas del cole de C, cuando los papis de sus compis organizaban quedadas súperchulis en el parque o ¡en mi casa!. Para que os hagáis una idea de hasta dónde llega mi manía, hablé con la profe de la pin para recogerla antes. Y eso hacía... llegaba a menos cuarto, con premeditación y mucha alevosía, y me iba a merendar al río con los pins en soledad y tal pascual. Luego llegaron los papis de los compis de M y aquello acabó más o menos c

el estanque

La primera vez que vi a Verónica parecía salida de un pozo negro y sucio. Sólo sus asombrosos ojos azules aparecían limpios de mugre y vida. Su ropa eran andrajos. Su pelo, enredado y largo, le cubría repugnante la cara a medias. Caminaba doblada sobre su cintura, agachada, huidiza. Caminaba con el miedo del que a quien después de siglos oscuros deslumbra la luz. Y la luz de aquélla mañana de junio brillaba como mil malditos doblones de oro. Estoy estancada. Esto de arriba es lo más emocionante que he escrito en meses y reconozco que no es mucho escribir ni bueno, pero una está a lo que está y las emociones de la última vida no dejan mucho margen para el descanso. Pero este estanque de ahora no es como otros en los que me he bañado. En éste de momento no me agobia nadar. Otras veces quería salir quería salir quería salir y recuperar el tiempo perdido y volver a mis tostones, pero esta vez me lo estoy tomando con calma. Me apetece quedarme aquí, estancada, y disfrutar del buen tie

la bolsa y la vida

Hoy he recuperado del fondo oscuro de un armario una bolsa roja de karhu. Lo de karhu no es relevante más allá de que sirve para que os hagáis a la idea del tipo de bolsa que es, muy ochentera. La bolsa me la regaló mi abuela -a petición mía- cuando cumplí 12 ó 13 años y en su momento me hizo mucha ilusión, igual que el pañuelo de snoopy que la acompañaba (lo sé, hay cosas que no debería contar). La utilicé durante años para llevar al cole los aperos de deporte y ahora reposa -ya digo- en un fondo oscuro, llena de un montón de cosas en apariencia ridículas, pero en el fondo muy importantes para mí. Está llena de mi vida. Tiene mi cuaderno de arte, una foto de mi primer novio (con un olvidado nunca podré olvidarte ), la pulserita que le pusieron a C en el hospital cuando nació, la entrada a mi primer concierto, de loquillo. Creo que fue el primero, pero no pondría la mano en el fuego. También guarda el primer relato que escribí, que se titula A través de la ventana . Hoy lo he tenido en

doble personalidad

Esta noche había planificado una cenita extramuros para recuperar esa parte de mí que he abandonado durante los últimos meses. La parte feliz, que pasea indiferente y se mezcla con la gente... perdón perdón perdón me he emocionado pensando en uno que conozco y se me ha ido el santo a la poesía. Escribía que había planificado una cenita y por supuesto he acudido a la cita monísima y poco puntual. El caso es que lo que pretendía ser una noche de mucho hablar ha terminado antes de lo deseado por ese cansancio extremo que luzco últimamente con tanto glam. Llevo semanas durmiendo 4 ó 5 horas, comiendo a destiempo o sin comer, pasando de la euforia a la angustia como el que pasa del sol a la sombra. Y así es que no me centro. Lo siento, pero no me centro. Lo voy a intentar con una idea que tuve hace ya un tiempín y es la disociación bloguera de mis dos yos. El que todos conocéis, fenomenal y casero y el otro (incipiente), que no sé muy bien por dónde tiene pensado avanzar por la vida, la ver

reflexiones airadas (I)

Hoy he estado pensando en esa parte terrible de las relaciones en la que las personas dejan de ser personas para pasar a formar parte de un conjunto. Yo quiero negarme a que la convivencia me haga perder mi individualidad. Esto lo tengo muy claro en la cabeza y creo que pasarlo a máquina le va a quitar inteligencia al desarrollo del tema, pero es muy simple. Yo soy feliz, bailo, canto, leo, escribo, compro comiditas, las cocino, limpio mi casita, me visto y no me gusta y me cambio la ropa y dejo la primera elección tirada en la cama de cualquier forma (demonios, es mi ropa y hago con ella lo que quiero ¿no?), salgo, entro, hoy no me puedo levantar, hoy no hay quien me acueste, hoy me alimento de natillas de chocolate, hoy suena el despertador y uf mejor llamo y digo que me he caído. De repente me enamoro y todo se llena de música y de colorines y lo de antes se eleva todo a una potencia colosal. Esta parte es buena. Muy buena. Estar enamorado es formidable, pero de eso escribiré en otr

frases de pared

Imagen
Hace unos años leí una pintada en una parada de autobús que me pareció formidable. Decía que ser mayor es un timo y pensé hacer de esa frase el lema de mi vida –muy peter pan, lo sé. También pensé hacerme un par de camisetas fucsias con el lemita, pero la emoción duró hasta que llegué a la oficina y por extensión al mundo de los marrones, que es a lo que jugamos desde que alcanzamos eso a lo que llaman madurez. Cuántas veces me he preguntado ¿qué demonios haces? jugando a mamás con niños de verdad, a comiditas con fuego o a reuniones con señores encorbatados de carne y hueso y cinco minutos para pellejo. Me recuerdo hace un año, más o menos, en un hotel en Londres mirando a los pins dormiditos y pensando qué increíble que se sientan tan seguros , darles –tan llena de inseguridades y tan infantil como cuando tenía siete- tanta seguridad como para dormir a pierna suelta mientras yo… de noche en vela mañana que no se me olvide el dinero, ¿y si no me funciona la tarjeta? ¿y si perdemos el