Entradas

Mostrando entradas de junio, 2011

el último libro

Imagen
Estoy acabando un libro que se titula La niña del faro . Antes de seguir, me apetece contar un semisecreto. Es semi porque hasta esto muy poca gente conocía mi obsesión por... los faros. Me apasionan los faros. Me los pido todos. Es saber que hay un faro cerca y no poder pensar en otra cosa. Mi viaje espectacular es una ruta de los faros. ¿Para qué me voy a ir al congo si puedo dar la vuelta a la península ibérica de cabo en cabo? Y eso sin pensar en las posibilidades que se abren fuera de aquí, claro. Soy una friki de los cabos (sobre todo los acantilados) y de los faros que los suelen acompañar. Me impresiona ver el mar desde lo alto de un cabo, tan lleno siempre de viento y ya. Es toda una experiencia sentarse y mirar. También es cierto que hay faros y faros. Los hay perfectos, son los solitarios, enormes y majestuosos, rodeados de gaviotas y nubes, pero también hay faros engullidos en un paseo marítimo que han perdido -pobres- todo su romanticismo. Así ahora mismo, además de alguno

días como estos

Imagen
No sé cómo me siento en días como estos, tan llenos de incertidumbre y tan tan confusos. Intuyo que necesito una gran dosis de soledad, de llegar a casa y tirarme en la cama y que pase la tarde mientras miro al techo sin descanso, buscando en su blanco el motor para ponerme en marcha. También intuyo que este calor que todo lo aplana ralentiza los momentos, sobre todo los malos, que alaaaargo por ahí dentro hasta que me quedo dormida. En días como estos, con lo de la soledad y el calor, -pobres- me sobran los pins. Todos los pins del mundo, con sus maravillosas cosas mágicas, se convierten en una fuente de contradicción estos días sin paciencia y sin ganas, días de esperar a que lleguen otros días, mucho mejores... que llegarán. Y sabiendo que llegarán, preferiría esperarlos tumbada, mirando al techo, sin obligaciones, sin actividad, acompañada de esa música que llega suave a través de las paredes y saca lágrimas y recuerda sonrisas. Preferiría esperarlos así, pero como no es del todo p

en mi línea

La vida me enfrenta a situaciones muy incómodas, que digo yo que son incómodas porque soy asocial. Estoy segura de que mucha gente disfruta de... ir a depilarse, por ejemplo, pero yo no. El primer asalto lo pierdo casi siempre, cuando compruebo con disgusto que la mujer con la que intimé la última vez ya no está, carajo. - Pasa y desnudate, dice la nueva tan mona, tan vestida de blanco, tan profesional. ¿Soy rarita o el resto del mundo también se siente enfermo con esta frase? Porque el rato ése en el que me quito la ropa y me siento y me siento enorme y miro al techo y miro al suelo y me veo los pies colgando de la camilla y decido tumbarme y qué hago tumbada ¿se habrá olvidado la de blanco de mí?... Ese rato es delirante. Cuántas veces he pensado ponerme todo otra vez y escabullirme con alguna excusa cutre. Pero como soy una cobarde estupenda me quedo, con la angustia añadida de tener que entablar conversación con una desconocida que tiene en sus manos el poder del dolor. Yo sería fe

momentos especiales

Hoy me he despertado a las siete de la mañana y me he quedado en la cama pensando y pensando y a veces sonriendo y dando vueltas calurosísimas hasta que -vaya- me he vuelto a quedar dormida. Casi eran las doce cuando me he despertado por segunda vez. Y ahí estaba, pensando en mis sueños, cuando M ha hecho lo propio. Hemos bajado a desayu y mi chiquitín no paraba de contarme cosas con bigotes de leche y migas de galleta. Y de repente ahí me tenéis, delante de él, con unas ganas terribles de espachurrarle en un abrazo de madre oso. Momentos como esos me hacen feliz. Hace un rato, después de comer, me he encerrado en la cocina para relimpiarla. Eso -entre nosotros- era mi coartada para otro momento único, el de engancharme a la música y bailar y cantar y dar vueltas con el micrófono de cuchara de palo mientras los restos de la vida anterior a la comida iban volviendo a su sitio poco a poco. Ahora estoy sentada en la mesa. M está en el suelo descubriendo todos mis tintines y asterixes. Tar

los grupos

Los grupos apestan. Os lo podéis tomar bien o pensar que la afirmación es fruto de mi incapacidad manifiesta de pertenecer a uno. Las dos cosas valen. Sé que contar esto me coloca en el pedestal de la rareza sin límites, pero me da igual. Es algo que llevo conmigo desde hace mucho mucho tiempo. Desde pequeña me espantaban las pandillas. Yo he tenido grandes amigos individuales, los sigo teniendo, y seguramente me haya dejado grandes momentos en el camino por sentirme tan incómoda siendo adorable con gente que a mí plin. Aún recuerdo con espanto aquellas salidas del cole de C, cuando los papis de sus compis organizaban quedadas súperchulis en el parque o ¡en mi casa!. Para que os hagáis una idea de hasta dónde llega mi manía, hablé con la profe de la pin para recogerla antes. Y eso hacía... llegaba a menos cuarto, con premeditación y mucha alevosía, y me iba a merendar al río con los pins en soledad y tal pascual. Luego llegaron los papis de los compis de M y aquello acabó más o menos c

el estanque

La primera vez que vi a Verónica parecía salida de un pozo negro y sucio. Sólo sus asombrosos ojos azules aparecían limpios de mugre y vida. Su ropa eran andrajos. Su pelo, enredado y largo, le cubría repugnante la cara a medias. Caminaba doblada sobre su cintura, agachada, huidiza. Caminaba con el miedo del que a quien después de siglos oscuros deslumbra la luz. Y la luz de aquélla mañana de junio brillaba como mil malditos doblones de oro. Estoy estancada. Esto de arriba es lo más emocionante que he escrito en meses y reconozco que no es mucho escribir ni bueno, pero una está a lo que está y las emociones de la última vida no dejan mucho margen para el descanso. Pero este estanque de ahora no es como otros en los que me he bañado. En éste de momento no me agobia nadar. Otras veces quería salir quería salir quería salir y recuperar el tiempo perdido y volver a mis tostones, pero esta vez me lo estoy tomando con calma. Me apetece quedarme aquí, estancada, y disfrutar del buen tie

la bolsa y la vida

Hoy he recuperado del fondo oscuro de un armario una bolsa roja de karhu. Lo de karhu no es relevante más allá de que sirve para que os hagáis a la idea del tipo de bolsa que es, muy ochentera. La bolsa me la regaló mi abuela -a petición mía- cuando cumplí 12 ó 13 años y en su momento me hizo mucha ilusión, igual que el pañuelo de snoopy que la acompañaba (lo sé, hay cosas que no debería contar). La utilicé durante años para llevar al cole los aperos de deporte y ahora reposa -ya digo- en un fondo oscuro, llena de un montón de cosas en apariencia ridículas, pero en el fondo muy importantes para mí. Está llena de mi vida. Tiene mi cuaderno de arte, una foto de mi primer novio (con un olvidado nunca podré olvidarte ), la pulserita que le pusieron a C en el hospital cuando nació, la entrada a mi primer concierto, de loquillo. Creo que fue el primero, pero no pondría la mano en el fuego. También guarda el primer relato que escribí, que se titula A través de la ventana . Hoy lo he tenido en

doble personalidad

Esta noche había planificado una cenita extramuros para recuperar esa parte de mí que he abandonado durante los últimos meses. La parte feliz, que pasea indiferente y se mezcla con la gente... perdón perdón perdón me he emocionado pensando en uno que conozco y se me ha ido el santo a la poesía. Escribía que había planificado una cenita y por supuesto he acudido a la cita monísima y poco puntual. El caso es que lo que pretendía ser una noche de mucho hablar ha terminado antes de lo deseado por ese cansancio extremo que luzco últimamente con tanto glam. Llevo semanas durmiendo 4 ó 5 horas, comiendo a destiempo o sin comer, pasando de la euforia a la angustia como el que pasa del sol a la sombra. Y así es que no me centro. Lo siento, pero no me centro. Lo voy a intentar con una idea que tuve hace ya un tiempín y es la disociación bloguera de mis dos yos. El que todos conocéis, fenomenal y casero y el otro (incipiente), que no sé muy bien por dónde tiene pensado avanzar por la vida, la ver

reflexiones airadas (I)

Hoy he estado pensando en esa parte terrible de las relaciones en la que las personas dejan de ser personas para pasar a formar parte de un conjunto. Yo quiero negarme a que la convivencia me haga perder mi individualidad. Esto lo tengo muy claro en la cabeza y creo que pasarlo a máquina le va a quitar inteligencia al desarrollo del tema, pero es muy simple. Yo soy feliz, bailo, canto, leo, escribo, compro comiditas, las cocino, limpio mi casita, me visto y no me gusta y me cambio la ropa y dejo la primera elección tirada en la cama de cualquier forma (demonios, es mi ropa y hago con ella lo que quiero ¿no?), salgo, entro, hoy no me puedo levantar, hoy no hay quien me acueste, hoy me alimento de natillas de chocolate, hoy suena el despertador y uf mejor llamo y digo que me he caído. De repente me enamoro y todo se llena de música y de colorines y lo de antes se eleva todo a una potencia colosal. Esta parte es buena. Muy buena. Estar enamorado es formidable, pero de eso escribiré en otr

frases de pared

Imagen
Hace unos años leí una pintada en una parada de autobús que me pareció formidable. Decía que ser mayor es un timo y pensé hacer de esa frase el lema de mi vida –muy peter pan, lo sé. También pensé hacerme un par de camisetas fucsias con el lemita, pero la emoción duró hasta que llegué a la oficina y por extensión al mundo de los marrones, que es a lo que jugamos desde que alcanzamos eso a lo que llaman madurez. Cuántas veces me he preguntado ¿qué demonios haces? jugando a mamás con niños de verdad, a comiditas con fuego o a reuniones con señores encorbatados de carne y hueso y cinco minutos para pellejo. Me recuerdo hace un año, más o menos, en un hotel en Londres mirando a los pins dormiditos y pensando qué increíble que se sientan tan seguros , darles –tan llena de inseguridades y tan infantil como cuando tenía siete- tanta seguridad como para dormir a pierna suelta mientras yo… de noche en vela mañana que no se me olvide el dinero, ¿y si no me funciona la tarjeta? ¿y si perdemos el

policías y ladrones

Ya desde pequeñitos nos vamos posicionando en la vida. Yo siempre me pedía poli, y acababa con los malos con una rapidez que ya quisiera el hijo del viento. Por supuesto más de una vez me tocó en el lado oscuro y reconozco jejeje que era escurridiza, muy muy escurridiza. Aunque ser mala se me daba bien (debe ser inherente a la condición humana), y a pesar de los grititos que me pedían formar parte de los ladrones, si estaba en mi mano me convertía en poli -tipo inglés, eso sí, antes muerta que sencilla. Y es que nunca se me han dado bien las trampas, ni la mentira, ni las zancadillas. Desde pequeña me recuerdo enfurecida ante las injusticias, intentado convencer a los de al lado de que reírse de las gafas de Pablito o mangarle el bocadillo al chino no estaba bien. Esto de la liga de la justicia (y alguna otra cosilla más intelectual) me catapultó bien temprano a la tierra de los raritos, cualidad que me ha ido acompañando a lo largo de la vida, por lo que se ve. Al principio me revolví

hoy me ha dado por aquí

Mi experiencia vital confirma que se puede vivir bajo la lluvia constante. Lo que no parece bueno es hacerlo bajo chaparrones esporádicos. Ahora me nublo, ahora lluevo, ahora coloco un sol de justicia y ahora que están tranquilos -zas- un poquito de viento huracanado y más agua. Así no se puede vivir, y mucho menos en junio, con las piscinas a punto y todo eso. Hoy tengo un principio de catarro fenomenal. Ahora me mojo, ahora qué rasca, ahora no puedo con este sol, ahora parece que se levanta un poquito de vieeeeeeee quéeeeeeee vieeeeeeee no te oiiiiiiii tapa las seeeeeeeeerrrrrvvvvv se vueeeeee... Qué cosa más rara de fin de primavera estamos teniendo. Que no me importaría sin este incipiente dolorcillo de garganta que tanto me cabrea, y es que por todos los dioses del parnaso, junio no es un mes de dolor de garganta. O sea. En junio acaba el cole, vamos en manga corta, comemos heladitos, paseamos de noche por madrid, nos sentamos a la sombra móvil que da el árbol que cubre el banco,

la barbacoa (I)

Y al final... ¿cuántos van a venir? Mmmm.... no sé, unos veinticinco... contando con los niños veintiocho o veintinueve. … Dice que unos treinta Ah … ¿Estás de broma con lo de treinta? Pues no. Tienes claro que yo me voy, ¿no? Pues vale. Y así es que mañana tengo barbacoa en el jardín. La semana pasada -en previsión- corrí a comprar platos y vasos y cosas chulas y de colores, porque a mí me encantan las fashionadas hasta para comer. Y hoy he ido a casa de mi tía a por una mesa porque -vienen treinta, lo sé- mi jardín no tiene dónde asentar la comidita. No me importa, la verdad. Somos agropecuarios y en cualquier rinconcito nos dejamos sentar y además es más diver todos por ahí tirados, en plan guay. Ahora debería estar poniendo farolillos o algo, pero el día ha sido largo (es más, la semana ha sido muuuuuuuy larga) y lo que me apetece son unas natillas de chocolate, un rato de escribir (me temo que es éste, no doy para más), otro de leer y el inigualable de cerrar los ojos y dejar que

vierneando

En estos días de tanto malestar personal por causas ajenas a mí (dentro de poco abriré la boca para vomitar todo a chorro, sin control), también malestoy por causas propias, y es que soy una sinvoluntad. Lo que leéis. … Iba a escribir sobre estas cosas tan interesantes, pero tengo tanto follón vital que salto de un tema a otro en plan gacela. Empiezo a escribir y a las tres palabras parón, retomo y parón, vuelvo a empezar y me entra sueño. Mañana sigo y mañana todo igual. Un rollazo, así que os voy a contar en qué estoy desde que retomé la lectura y el té a las cinco. De libros, alterno varios. El del reparto –que tiene su estructura, ya os contaré- uno de relatos de Martin Amis que me compré el lunes y que de momento me está gustando, como todo lo que escribe este hombre (se llama Mar gruesa ), otro de Andrea Camilleri ( La voz del violín ) y uno de relatos de Thomas Mann ( Mario el mago y otros relatos ). Los dos últimos puedo decir que llevan meeeeeeeeeses en el montón de al lado de