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Mostrando entradas de agosto, 2013

veralibros

La Sra. Memoria no me ajunta y así me va. Si no apunto las cosas se pierden en el agujero negro craneal que requetengo. Esto va al hilo de los libros del verano, que entre unas cosas y otras no he apuntado y así, amigos, imposible es de contar. Los anotados en julio son Los buenos suicidas , de Toni Hill; Sé lo que estás pensando y No abras los ojos , de John Verdon; Té de manzanilla y otros poemas , de Katherine Mansfield y Los ecos de la tragedia , de Javier Pérez Campos. Así de memorieta apuesto por Té de manzanilla y no me gustó el último de la lista. Los otros, qué os cuento, entretenimientos playeros. Ninguna obra de arte. De los no anotados, resalto Me acuerdo , de Joe Brainard. Un libro que recomiendo porque por fin algo original. Lo de por fin es retórico. El libro se publicó en los setenta. Pero entre tanta historia y tanto libro y tanto montón de gente que escribe, la lista de meacuerdos de Brainard es un pequeño regalo para la mente. Sobre todo para la mía.

más de verano

Reconociendo todo lo reconocible, a mí el 90% de las creaciones de Dalí no me transmiten más que desasosiego e intranquilidad. Es cierto que suya es una de las pinturas que más me han gustado en los años que gasto, pero también es cierto que –entre nosotros y con mucho cuidado… el resto, ni fú ni fá. Así las cosas, he acompañado a madre –gran seguidora del figuerés- a la expo que triunfa estos días en Madrid. Una retrospectiva, antología, barbaridad o como se quiera llamar de la vida del artista. Más que los cuadros, me interesaron los documentos, las fotos, las cartas manuscritas; igual que más que el pintor me interesan sus vividurías de allá por los años treinta. Y sobre todas las cosas me fascina el factor antropológico de las leyendas del pop, digo del arte. Y es que el paseo hubiera resultado interesante (la verdad es que está muy bien documentada) sin esa cantidad ingente de personas que hablan, personas que comentan, personas que explican, personas que sudan, personas

ya estoy perdiendo el tiempo

Hoy, que voy a contrareloj, me entretengo en bailar primero y en leer poesía después. He bailado -y pienso seguir en cuanto acabe esto- como hacía tiempo. Si bailara todos los días así, con ganas y movimientos frenéticos, seguro que el gordinflón del coche grande que me dijo ayer que me veía más gorda, se metía el comentario en ese hueco feroz que se abre entre dos botones de su camisa, a la altura del ombligo. En mitad de Tom Jones, lo mismo, me he acordado de que ayer tenía que haber enviado un mensaje de feliz cumple a una amiga y a pesar de los movimientos de cadera he conseguido encender el ordenar. Como al correo le acompañaba un poema del todo incompatible con el poprock, he hecho ssshhhhh con la música y me he enredado en las bellísimas palabras de Szymborska. Sentarme, abrir el libro y perder la noción del tiempo, como hice antes con el baile. Y así va el sábado. Bien, de momento. Aunque me temo que con tanto salirme del guión, en un rato las prisas del debe me en

arde la calle

Que los despertares multihorror con los que inicio el periodo postvacacional me catapulten sin más al cráter de un volcán ayuda cero a mi incorporación al planeta de los adultos. La brisita del mar es del mar porque en el campo no existe. En el campo no existe el aire, de hecho. Aquí, estamos racionando el oxígeno. Nos movemos poco, sobre todo en las lentas horas que pasan desde que llego a casa hasta que empieza a anochecer.  Mi cuerpo -sabio- pierde el conocimiento justo después del gazpacho, para recuperarlo ya entrada la tarde, que sigue siendo irrespirable. Estas tardes eternas. Y sus noches insomnes. Para colmo de terrores, me ocurre eso tan exótico de sudar porque sí. Vivo intentando que ninguna parte de mi cuerpo roce otra. Vivo de mal humor. No me gusta esta lentitud agotadora y tropical. Lo mismo me gustaría si no tuviera que jugar a ser mayor. Si me levantara desayunoypisci y no vestiditoyreunión. Si pudiera pasarme el día descalza. Si me hicieran la comi

cuántas cosas

Desde la última vez que paseé por aquí han pasado muchas cosas, casi todas en un ambiente distendido y afortunadamente veraniego. Así sin ir más lejos, casé a meteorólogo al más puro estilo Lucía -esto es, asombrando al personal con un discurso inicial (luego ya limité mis intervenciones, ofcors ) absurdo y trabalenguas. Hay quien sigue intentando descifrar el sentido de mis palabras.  También he tenido ocasión de disfrutar de la feria con los pins con esa alegría ruidosa eslaúltimamontadaquemevaisaarruinaaaaarrrgghhhhh, de bailar hasta el fin del mundo en un concierto de Alejo Stivel -ex tequila, vamos a bailar un rock&roll a la plaza del pueblo- y de por fin, poner rumbo a una semana de playa en Almería. Se me olvidaba. En esas fechas revueltas de primeros de agosto me reencontré con una persona a la que quiero un montón y que desde hace años se defiende por las alemanias. Me encantó el ratito en casa. Mola. Siguiendo el hilo... en Almería, requete. Un gusto la co