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Mostrando entradas de marzo, 2017

restin´

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Llevo varios días leyendo a banquet of consecuences , una novela policiaca de casi setecientas páginas.  Y estoy muy aburrida. Tan aburrida que no paro de pensar por qué se escriben libros tan largos y con tanta morralla. Como he escrito es una novela policiaca. El primer (y único hasta el momento) crimen aparece bien pasadas las trescientas primeras páginas. Trescientas páginas para describir a los personajes, los lugares, el tiempo. Algo que podía haberse organizado en un par de capítulos largos. He llegado a pensar que el libro se ha escrito de atrás hacia delante. Que se comenzó en la página doscientos cincuenta y al acabar la autora debió pensar que no se explicaba bien la trama sin contar esas casi trescientas páginas anteriores que -así, entre nosotros- no tienen ni pizca de interés real. Son totalmente innecesarias.

Me he enamorado...

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... y ahora tengo que ir a Pasadena. No. En serio. ¿Habéis oído hablar de Sally Storch? Yo nunca hasta la semana pasada y ahora estoy entusiasmada con la vida. Me vais a decir que es Hopper. Y es verdad. Y como adoro a Hopper no me queda más remedio que adorarla a ella. De vez en cuando internet te regala estas cosas y mi segunda frase prefe - todos los días pasan cosas buenas (la primera es ser mayor es un timo )- adquiere categoría de prima donna.

mucha policía poca diverOH MY

Voy a pasar de puntillas por un tan tema delicado que estoy segura de que hiere todas las susceptibilidades del mundo: los hijos y su educación. Parto de la base de que los padres hacemos lo que podemos. Ninguno tenemos el don de la magia parental y nos enfrentamos a cada situación sin libro. Es difícil enfrentarse a estos temas porque oye, cada uno hace lo que cree que es mejor para sus hijos, pero oye también, aquí estamos los demás para opinar. Como sabéis, y si no lo sabéis ya os lo cuento, yo trabajo en el ayuntamiento de un pueblo pequeño. Pues bien, hace unos días un vecino se quejó porque la policía había multado a su hijo (supongo que de 18 o 19 años) por haberse saltado un stop. Que si afán recaudatorio por aquí, que si total es un stop por allá, que si estaban agazapados y el pobre chaval no los vio, que si no mola un pueblo con represión policial, que si así nos va... Cuando me enteré del tema -el vecino por supuestísimo elevo su queja a las redes sociales para

Sunday morning

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Yo no soy de las que adoran los días laborales. A mí lo que me gustaría es volver a sentir lo de aquellos interminables veranos azules de la infancia. Sin prisas, sin obligaciones, sin problemas, felicísimos. Lo que ahora vienen a ser mis domingos. Que oye, por lo menos nos quedan los domingos. Este de hoy, por ejemplo, está resultando ideal. Dormir, leer, escuchar música y bailarla a saltos, planificar cosas chulis, lluvia. Casa. ¿Os acordáis cuando jugábamos al rescate y había un sitio en el que no te podían coger porque era casa? Los domingos son casa. Esta mañana en particular ha empezado divina. He encendido el espoti en modo aleatorio y la primera canción que ha salido ha sido mi preferidísima de todos los tiempos. Moondance . Van Morrison. Debe hacer -no sé- meses que no la escucho y con los primeros acordes he sonreído tanto que me he puesto los auriculares y he empezado una escalada de canciones preferidas, bailes y saltos que me río muy fuerte de Tom Cruise en

peso pesado

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Yo nunca me peso. Sé que he engordado porque me veo en las fotos y no me reconozco. También lo noto cuando intento ponerme una falda de no hace tanto y mira, no. Sin embargo -salvo en las fotos, que de verdad son el horror- no me siento especialmente mal cuando me miro en el espejo. Y lo de la ropa... como habitualmente voy de trol, pues tampoco lo sufro mucho, la verdad. Antes de los hijos estuve especialmente delgada y también lo estuve antes de separarme. El engordamiento ha sucedido en los últimos años y -no voy a echar balones fuera porque como mucho de lo que no debería comer vengavaleya - todo empezó antes de operarme. Me pusieron un tratamiento hormonal por la derecha y otro emocional por la izquierda que me hincharon lo mismito que un globo sonda. Me convertí en una bola de mí misma. Y hasta hoy.