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Mostrando entradas de octubre, 2017

algunos días de otoño

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Lo mío con el otoño es sabido por cualquiera que me lea o me conozca. Adorísimo esta estación y si se le une viajar y pasear con mis pins, el mar, la lluvia y los atardeceres bonitos... la maravilla se extiende hasta el infinito. Acabo de volver de unos días de otoño feliz. Aún ando adaptándome a la vida de siempre. A la de sin mar y sin paseos molones por Francia. Menos mal que nos quedan las fotos y cerrar los ojos y recordar... Paramos en Burgos por dar un paseo y ver -de nuevo y con otros ojos- la catedral. C anda estudiando fundamentos del arte y me pareció buena idea regalarnos una catedral gótica (LA catedral gótica) para empezar nuestras minivacaciones de otoño. A partir de ahí, pasear y pasear y pasear y disfrutar de cada rincón, de cada descubrimiento, de algunas librerías, del mar, del tiempo, del viaje en coche, de un poco de lluvia, de la comida, de estar juntos, de las pastelerías (mmm...), de las discusioncillas, de los momentos divertidos. Visitamos

el reto (facilito)

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Hace una semana tomé la determinación de pasar una semana sin comer nada procedente del cereal, de ningún cereal. He casiconseguido el objetivo (tuve que hacer una miniconcesión el sábado, durante el cumpleaños feliz y redondo de mi madre) y ahora me he propuesto ampliar el reto a una semana más.  Os cuento mis reflexiones al respecto, que son varias. La experiencia es, a priori, un auténtico horror. Fijaos que yo no como carne y nunca he sentido ansiedad por ello. Puedo vivir feliz sin un filete, pero he descubierto (i) que hacerlo sin cereales me cuesta millones y (ii) que no hay nada que pueda comer que los sustituya. Me intento autoengañar con verduritas y tecitos, pero el león que ruge en el estómago es más listo que -leedme bien- el hambre. Es inimaginable la cantidad de alimentos que tomo diariamente que proceden del cereal (panes, galletas, dulces, snacks, pastas...). Dejar de comerlos me ha supuesto un cambio de intendencia considerable. No se puede acometer es

desasosiego

He tomado una decisión vértigo y ahora me tiemblan las piernas. Por una parte estoy contenta, creo que estoy haciendo lo correcto. Por otra, os-tras, por otra la incertidumbre del futuro desconocido se me ha enganchado en el estómago como si fuera un koala.  Y así no. 2018 va a ser un comienzo de verdad, de los buenos, de año en blanco y vida nueva. Y como tiene que ser, el tiempo fluye despacio, con calma, como si enero no fuera a llegar nunca. Lo veo en el horizonte y me da miedo, así que intento mirar menos y distraerme con los libros (qué morralla se escribe, así, en líneas generales, ¿verdad?), con mis clasecitas de yoga, con las cosas de mis adolescentes, con el plan de viajar a Francia en unos días, con este otoño tan bonito. Todo llega. Y todo pasa.